De Pueblos Indígenas en Brasil
Foto: André Toral,1982

Karajá do Norte

Autodenominación
Karajá do Norte
¿Donde están? ¿Cuántos son?
TO 287 (Siasi/Sesai, 2014)
Familia linguística
Karajá

Los Karajá del Norte, más conocidos como Xambioá, se dividen en dos aldeas, ubicadas en la margen derecha del río Araguaia. Aunque hablan la misma lengua de los Karajá y los Javaé de la Isla del Bananal, se relacionan más con la comunidad vecina que con estos pueblos indígenas. Debido a la intensa disminución poblacional y a los matrimonios con no-indígenas de la región, los Karajá del Norte han sufrido cambios culturales importantes. A pesar de ello, parece no haber consenso sobre la necesidad de implementar proyectos e iniciativas con la finalidad de conservar los aspectos más tradicionales de la cultura karajá del norte y, así, afirmar su identidad étnica.

Nombre

Actualmente, este grupo es conocido como Karajá del Norte; sin embargo, otros grupos de la lengua Karajá llaman los del Norte como ixybiowa o iraru mahãdu (“tribu del bajo”), en oposición al resto, los ibòò mahãdu (“tribu del alto”), según la ubicación de estos grupos a lo largo del río Araguaia.

La literatura etnológica, por su parte, designa a los Karajá del Norte como Xambioá. Mientras la población de la región los llama simplemente “Karajá”, los viajeros y misioneros del siglo XIX y, recientemente, los funcionarios del Servicio de Protección al Indio (SPI, antigua Funai) y de la Funai casi siempre usan el nombre Xambioá para referirse a ellos.

Los Karajá del Norte jamás utilizan la palabra Xambioá en referencia a sí mismos. “Xambioá” viene de ixybiowa (“amigo del pueblo”) ,el nombre de una aldea que existió en la boca del río homónimo, cerca del actual puesto indígena que atiende la región. Se especula que Xambioá fue el nombre dado a los integrantes de esta aldea y, después, extendido a todos los Karajá del Norte. Hoy en día, sirve sobre todo como designación de la ciudad de Xambioá.

La auto-denominación de Karajá del Norte y el desuso del término Xambioá indica el deseo del grupo de identificarse, en primer lugar, con la macro-etnia y la matriz cultural común a todos los grupos Karajá.

Lengua

Foto: André Toral,1982
Foto: André Toral,1982

Los Karajá del Norte hablan el xambioá, un dialecto específico de la lengua karajá, perteneciente al tronco Macro-Jê. Los otros dos dialectos, el javaé y el karajá propiamente dicho, designan también a los dos otros grupos hablantes de esa lengua.

Localización

Los Karajá del Norte han habitado tradicionalmente la región del bajo Araguaia y, específicamente, las proximidades del trecho con rápidos. Las dos aldeas actuales, Xambioá y Kuhere, pertenecientes a la municipalidad de Araguaína (TO), están ubicadas en la margen derecha del río Araguaia y distan seis kilómetros entre sí. Están a 100 km río arriba en relación con la ciudad de Xambioá, a 150 km (por rutas de ripio y asfalto) de Araguaína y a 70 km de la ciudad de Santa Fé del Araguaia, los centros urbanos más importantes para el grupo.

En 1888, los Karajá del Norte poseían cuatro grandes aldeas entre los rápidos del Pau d'Arco (en las cercanías de la actual ciudad con ese mismo nombre) y “la gran caída de agua de San Miguel”. Sus excursiones de caza, sin embargo, los condujeron a las cercanías de San Vicente del Araguaia (actual Araguatins), de donde fueron expulsados por los colonos.  A principios del siglo XX, el área ocupada por este pueblo abarcaba desde los 7°30' a los 5°50' de latitud Sur, o sea, más de 240 km a lo largo del río Araguaia. Entre los años 1920 y 1930 aproximadamente, el pueblo Karajá del Norte se distribuía en ocho aldeas. Se mencionan otras localidades, pero no se sabe si eran zonas tradicionales de población o si las ocuparon por el deseo de relacionarse con extranjeros. Es el caso, por ejemplo, de los ranchos establecidos temporalmente cerca de la mina Pedra Pedra, en una zona que los índigenas llaman Karabitxana. Después de la notable disminución de la población, los sobrevivientes se distribuyeron en zonas distantes unas de las otras, como Araguanã y la aldea de la boca del río Cabiriru.

El SPI reunió a gran parte de los habitantes de estas aldeas en las cercanías de una localidad llamada Agua Fría, nombre que corresponde a un afluente de la margen izquierda del Araguaia, al Norte de los límites de la actual Tierra Indígena, donde se pensaba establecer un puesto indígena para este grupo.  El primer intento de implementación del puesto se realizó en la década de 1940, seguido de otro que también fracasó, en la aldea de Cabiriru (nombre derivado de Kabiriry, que significa “ruta de la bacaba”), sobre la margen del río homónimo, en el límite sur de la actual Tierra Indígena. A principios de la década de 1940, el puesto del SPI y la población Karajá allí reunida se trasladaron a la localidad donde se encuentran hoy, entre el río Matinha y el arroyo de la Paca. Luego, los habitantes de las aldeas y las familias que vivían con los ribeirinhos (poblaciones pescadoras que viven en las márgenes de los ríos) se juntaron y permanecieron allí hasta el verano de 1985, cuando poco más de la mitad de ellos se fue a vivir a Kurehe hawa, a seis kilómetros del puesto Xambioá. Una tendencia que se ha observado desde1987 es que los grupos locales se han establecido con poblaciones parejas y que han experimentado un leve crecimiento poblacional en la actualidad.

La Tierra Indígena Xambioá reúne a todo el pueblo Karajá del Norte, aunque representa tan solo una parte del territorio tradicionalmente ocupado por el grupo en sus actividades de pesca, caza y recolección de alimentos y materiales. En algunas ocasiones, recorren las áreas fuera de la Tierra Indígena como lo hacían en el pasado, como por ejemplo para pescar en la parte del río con más concentraciones de peces, recolectar algunos alimentos o comprarle a la población no-indígena los materiales que necesitan para elaborar sus artesanías . Por ello, los terratenientes locales consideran “invasores” a los Karajá del Norte, aunque sean un grupo pequeño.

Población

Foto: André Toral,1982
Foto: André Toral,1982

En un censo realizado por la Sección de Salud de la Administración Regional de la Funai en octubre de 1997 se contaron 185 personas , divididas en dos comunidades: 95 personas en la aldea de Xambioá y 90 en la de Kurehe. En su gran mayoría, el grupo estaba formado por individuos Karajá del Norte, pero también por algunos habitantes regionales no-indígenas incorporados a la población y unos pocos Mbya Guaraní, que se se habían casado con algunos Karajá del Norte en la década de 1980, cuando los Guaraní tenían una aldea con cerca de 20 personas en la misma región.

En la actualidad, el tamaño del grupo no refleja lo que fueron los Karajá del Norte a fines del siglo XIX, cuando sumaban cerca de 1.350 personas. Luego de una disminución extremamente violenta de la población entre las décadas de 1890 y 1950, en 1959 este grupo indígena contaba solo con 40 personas, es decir el 3% o 4% de cinco o seis décadas antes.

El crecimiento de la población total de las dos aldeas – de 135 en 1987 a 185 en 1997 – indica que ese grupoestá creciendo paulatinamente, pese a la retirada de los Mbya Guaraní. También se observa una mayor tendencia a buscar parejas dentro del propio grupo, lo que puede significar el fin de un periodo de matrimonios con regionales no-indígenas. Debido al gran número de jóvenes con menos de quince años de edad y a la regularización en la ayuda a este pueblo indígena, se puede especular que el grupo seguirá creciendo, aunque lentamente. En el año 2006, los Karajá del Norte ya sumaban 269 personas (dato de la Fundación Nacional de la Salud Indígena, Funasa).

Historia del contacto con otros grupos indígenas

Foto: André Toral,1982
Foto: André Toral,1982

Los Karajá del Norte históricamente tuvieron contactos con diversos grupos Kayapó (Xikrin, Metuktire y los actualmente extintos Irã-amrãire, de Pau d'Arco), Timbira (sobre todo los Apinayé) y Akwen (Xerente, principalmente en el siglo XIX).

En el siglo XIX, a excepción de breves alianzas con los Xerente para enfrentar a los militares, las relaciones entre los Karajá del Norte con otras etnias de la región eran bastante conflictivas, debido a los constantes movimientos de los grupos fruto de la colonización del territorio. Sin embargo, existen pruebas de que en los siglos anteriores hubo un intenso intercambio social entre los Karajá del Norte y otros pueblos indígenas, principalmente con los Kayapó, entre los cuales se cuentan a los Xikrin (quienes todavía practican rituales aprendidos con los Karajá del Norte) ylos Metuktire, cuya cultura material incluye innumerables artefactos  (sobre todo canastas y arte plumaria)  “importados” de los Karajá del Norte. Según el antropólogo Terence Turner, los Metuktire consideran a los Karajá del Norte como una suerte de “cultura madre”, lo que puede ser considerado un fuerte indicio de contactos anteriores entre estos grupos indígenas.

También en el siglo XIX, mantuvieron relaciones, casi siempre conflictivas, con los Tapirapé (grupo de lengua Tupí-Guaraní), debido a los desplazamientos de los Tapirapé hacia áreas marginales del bajo Araguaia en dirección al Sur.

Historia del contacto con la sociedad brasileña

Es muy posible que los Karajá del Norte hayan sufrido ataques de expediciones esclavistas originarias de San Pablo durante el periodo colonial, aunque este pueblo no era el objetivo de las excursiones coloniales en la región. Este grupo indígena llegó al siglo XIX relativamente preservado y considerado como el más numeroso entre los demás grupos karajá. El contacto con los “blancos” se restringía a traficantes, misioneros y aventureros que alcanzaban el bajo Araguaia por la entonces capitanía del Pará.

Durante el gobierno de Fernando Delgado (1809-20), una comitiva de indígenas Karajá del Norte estuvo en la capitanía de Goiás para expresar el deseo de convertirse en parte de la población del gobierno. A pesar de esto, el jefe de gobierno nos les prestó atención, debido a que los proyectos de este tipo estaban abandonados en la capitanía de Goiás.

Puede ser que el envío de emisarios significase más bien el deseo de establecer alguna forma de convivencia con los colonos y tropas militares instalados en el bajo Araguaia más que el deseo real de trasladarse a las poblaciones gubernamentales – las cuales llegaron a conocer por intermedio de otros grupos karajá que vivieron ahí. Sea como fuere, los intentos de normalizar las relaciones con la sociedad brasileña llevados a cabo por los Karajá del Norte no fueron tomados en cuenta.

En 1813, comenzaron los conflictos de este grupo con las tropas militares, que se extendieron hasta el fin de siglo. Este mismo año, aliados con grupos Akwen, probablemente los Xerente, destruyeron el presidio de Santa María. A partir de la segunda mitad del siglo, los ataques de los Karajá del Norte a los militares – principalmente a las guarniciones de Martirios y Santa María – disminuyeron. Hay registros de enfrentamientos armados en la Misión de Xambioás, donde un misionero capuchino comandó la tropa ahí estacionada en una acción militar que causó la muerte de aproximadamente 30 indígenas.

La mayoría de los ataques de los Karajá del Norte tenían por objetivo a los militares, quienes buscaban establecer la presencia del Estado nacional en la región del bajo Araguaia por medio de presidios, campamentos, puestos militares, embarcaciones. Los núcleos pioneros no-militares, constituidos por pequeños grupos de personas, adoptaron un comportamiento más pacífico frente a los indígenas, considerando la fragilidad de sus campamentos y ranchos frente a la (relativamente) numerosa población indígena.

En los últimos años del siglo XIX y en las primeras décadas del siglo XX, los Karajá del Norte sufrieron una importante disminución de su población, debido principalmente a enfermedades y, en mayor escala, a conflictos armados con guarniciones militares. Finalmente, dejaron de presentarse como obstáculo a la navegación y al establecimiento de núcleos pioneros en el bajo Araguaia. Irónicamente, en ese momento los planes de navegación y colonización ya habían sido dejados de lado. La principal consecuencia de la política agresiva de ocupación adoptada por el Estado nacional es el desierto poblacional en que se transformó el bajo Araguaia hoy en día. Es preciso recorrer, desde ahí, más de 250 km hasta la aldea Karajá más próxima.

En las cuatro primeras décadas del siglo XX, los Karajá del Norte vivían distribuidos en cerca de ocho aldeas que se ocupaban básicamente en “invierno” (noviembre a marzo), época en que se dedicaban a actividades agrícolas. El resto del año, vivían en las playas del río y lo recorrían para explorarlo, aprovechando esas ocasiones para relacionarse con los Karajá meridionales. En ese entonces, los Karajá meridionales vivían dispersos, situación que cambiaría con la formación de las aldeas Karajá Macaúba, Lago Grande y Javaé de Kanoano, donde otros grupos indígenas (básicamente Kayapó) y la población regional serían incorporados.

Los pequeños grupos familiares dispersos ya experimentaban durante ese periodo una intensa baja en su población, debido a la violenta irrupción de enfermedades contagiadas por los no-indígenas y a la inexistencia de apoyo por parte del SPI o de misiones religiosas.

En el periodo entre 1940 y 1950, un representante del SPI fue a la aldea Kabiriry para hablar con los indígenas sobre la fundación de un puesto indígena. El puerto de la aldea se mostraba inadecuado para el atracadero de embarcaciones, la única forma de comunicación entre los núcleos regionales en la época. El representante del SPI logró convencer los Karajá del Norte de mudarse al sitio donde actualmente se encuentra el Puesto Indígena Xambioá. Luego de la mudanza y de la creación del puesto, el SPI buscó reunir a los habitantes de las demás aldeas y las familias que vivían en contacto con ribeirinhos para asentar esa población. La idea era hacer viable el trabajo asistencial  a una población que vivía en frecuente desplazamiento. Se construyeron casas, campos de cultivo y también se instaló una alfarería para la fabricación de tejas. Ese primer poblado formado por habitantes de distintos grupos locales duró poco, debido a peleas y tensiones internas.

En la misma época, los Karajá del Norte se encontraban expuestos a la influencia del regatão, suerte de comerciante que recorría en barco el bajo y el medio Araguaia para vender cuero de diversos animales (felinos, nutrias) y pescado fresco o salado – sobre todo lomos de pirarucu, un pez típico de la región. A cambio, los indígenas les daban aguardiente y otros productos.

Los conflictos y tensiones, que antes se evitaron porque los individuos y familias circulaban por distintas aldeas, se presentaron de forma violenta cuando estos habitantes fueron reunidos en un solo lugar, sujetos a una convivencia cotidiana. De unidades locales políticamente autónomas, los diversos grupos Karajá del Norte pasaron a una situación radicalmente distinta: diversos líderes, junto a sus grupos familiares, se vieron obligados a reacomodarse y aceptar la convivencia y la autoridad del “capitán” elegido por el SPI. Los conflictos y las discusiones se agudizaron con la introducción del consumo sistemático de alcohol.

La situación interna de la aldea recién fundada se deterioró rápidamente y sus habitantes volvieron a las localidades de donde venían, a lo que también contribuyó la discontinuidad del puesto y de la ayuda que prestaba a los indígenas.

A principios de la década de 1950, además de volver a las localidades que habitaban hasta  comienzos de la década anterior, diversas familias pasaron a convivir con la población local no-indígena y a instalarse en las proximidades de los núcleos de ribeirinhos. De ahí surgieron los primeros matrimonios con integrantes de la población regional, que no dejaron descendientes. Paralelamente, el número de muertos aumentaba debido a enfermedades y a la inexistencia de cuidados médicos.

A mediados de la década de 1950, hubo un segundo intento de implantar una unidad del SPI en la región. Los funcionarios del órgano estatal se dirigieron a las localidades donde vivían los Karajá del Norte que quedaban y los convencieron de reunirse otra vez.

Durante esa época, hubo 14 matrimonios con no-indígenas. En 1982, vivían en la aldea nueve regionales (cinco hombres y cuatro mujeres) casados con Karajá del Norte. A esa población se sumó en 1980 un grupo de aproximadamente 20 Mbya Guaraní, originarios de la provincia del Mato Grosso do Sul y del Paraguay, de los cuales tres se casaron con Karajá del Norte. Hubo pocas uniones entre los Karajá del Norte y otros grupos de misma lengua –  como los Karajá y los Javaé – debido a la distancia entre sus aldeas.

La incorporación de individuos Guaraní y de habitantes regionales no-indígenas fue lo que permitió a los Karajá del Norte crecer numéricamente y recuperar su población, casi extinta en la década de 1960, cuando sumaban solamente 40 personas, luego de muertes por enfermedades, alcoholismo y conflictos internos. A finales de la década de 1960, se logró controlar el efecto devastador de las epidemias gracias a la asistencia médica regular y al asentamiento de los Karajá junto al puesto indígena, lo que facilitó los tratamientos y contribuyó a la recuperación poblacional.

Durante los años de 1970, la infraestructura de la Funai junto al grupo fue ampliada, con la construcción de casas para el puesto, el entrenamiento de indígenas para asesoría bilingüe  y ayuda de enfermería etc.

Después de que se establecieron en el área que les fue destinada, los Karajá del Norte sufrieron diversos intentos de invasión por terratenientes vecinos y terminaron involucrándose en la explotación ilegal de madera al interior de la Tierra Indígena. En 1985, por razones políticas internas, un grupo de disidentes fundó la aldea Kurehe, seis kilómetros río abajo.

Organización social y medio ambiente

Los Karajá del Norte, así como los demás grupos de lengua Karajá, definen las estaciones del año a partir del régimen de agua del río: “inicio de la inundación”, “inundación”, “behetxi” (periodo entre el fin de las inundaciones y el inicio del desagüe cuando el río está estacionado), “tiempo de las playas nuevas” (desagüe) y “tiempo de las playas” (estiaje).

Las manifestaciones religiosas, las formas de organización social y política y las actividades de sobrevivencia se basan en los ciclos del río. Cada estación presupone un ritmo y actividades sociales bien definidas. El tiempo de lluvia y de estiaje no marcan solamente regímenes de subsistencia diferenciados, sino que también señalan la llegada y la partida de seres sobrenaturales esperados y recibidos por los grupos de lengua karajá a lo largo del año. Además, los tiempos de lluvia y estiaje influyen en los movimientos de reunión y dispersión de los habitantes de las aldeas.

La versatilidad de este sistema social y religioso, capaz de “funcionar” tanto en pequeños campamentos en las playas como en grandes aldeas, es una diferencia con otros grupos Jê del Brasil central, quienes necesitan grandes aldeas para su pleno funcionamiento como sociedad.

Los pueblos de lengua karajá se auto-designan como pertenecientes a redes de parentesco de los vivos (wasy) y de los muertos (wabàdè). Todo el territorio karajá está ocupado en función de los antepasados que allí vivieron. Los parientes vivos de los líderes ancestrales masculinos evocan los nombres de sus familiares muertos para justificar sus derechos sobre parcelas del territorio.

Los Karajá se organizan básicamente en familias extensas, organizadas en facciones con elevado potencial de escisión en relación con la comunidad en donde viven. Las aldeas más chicas solamente están formadas por una gran familia y en general el suegro vive acompañado por las familias de los yernos; en cambio, en las aldeas más grandes se reúnen distintos grupos emparentados que se organizan en extensas familias. Hay grupos emparentados que están esparcidos por diversas aldeas, lo que impide las hostilidades entre ellas.

Además de estas divisiones más estables, una vez por año, en la época del “verano”, los habitantes de las aldeas de los Karajá, de los Karajá del Norte y de los Javaé se dispersan provisionalmente en unidades sociales más chicas. Si bien tal práctica fue bastante más intensa hasta las décadas de 1950 y 1960, hoy sigue ocurriendo en algunas aldeas. Para explotar mejor los recursos naturales del río, la población de las grandes aldeas se divide en grupos más pequeños – formados por una familia nuclear o varias familias emparentadas. Recorren playas, lagos y los afluentes del río Araguaia con gran movilidad para explorar las especies animales y vegetales que la estación del año les ofrece. Esta práctica genera también subdivisiones en las estaciones: por ejemplo, la estación que corresponde al “tiempo de las playas” está subdividida en “tiempo de la tortuga y sus huevos, del tracajá (otro tipo de quelonio) y sus huevos”, “tiempo del crumatá (especie de pez)” etc.

La religión y el ciclo anual

Las prácticas religiosas de los grupos de lengua karajá se manifestaban en el verano a través de un complejo sistema ritual. La comunidad se ponía en contacto con sus ancestrales en las ijasò anaràky, ceremonias en que el xamã (líder espiritual) se comunicaba con los ijasò (señores de los animales del cielo, del agua y de la tierra). La actuación de los xamãs, de la comunidad organizada y de los  ijasò son los factores que garantizaban el alimento de la aldea. Los pueblos de lengua karajá, simbólicamente, se alimentaban a través de la renovación de su alianza con el pasado.

Esa concepción de que la subsistencia está asegurada, entre otras cosas, por una actitud religiosa marca una visión tradicionalista y bastante común en respecto a la disponibilidad de los recursos naturales.

A partir del comienzo de las lluvias y de la subida del nivel del río, los Karajá se reúnen en sus aldeas más grandes localizadas en las “barreras” a lo largo del Araguaia. Es tiempo de la caza, de iniciar la preparación de los rozados, del maíz verde, de la cosecha y recolección de diversas especies vegetales.

Con el tiempo, debido a la baja en la población y a los cambios en las condiciones de vida, los Karajá del Norte simplificaron la vida ceremonial. Sin embargo, mantuvieron las fiestas de iniciación masculina realizadas en el día 19 de abril, el Día del Indio. Ese ritual marca el paso en la edad de los varones, que en ese momento pasan de la etapa de “chicos” a la de “muchachos”. Algunos representantes de los kàralahuni – “espíritus de los guerreros Kayapó”, muertos en combate con los Karajá del Norte –, visitan entonces la aldea y  se incorporan en los “muchachos” como espíritus protectores. Las familias de los muchachos que participan de la ceremonia se encargan de alimentar a los kàralahuni y les preparan el korotxu, o torta de beiju (hecha a base de harina o masa de yuca) rellena con pedazos de pescado. Al igual que otros grupos de lengua karajá, los Karajá del Norte hacen hincapié en que la iniciación masculina se realice durante el periodo de auge y el final de la estación de las lluvias.

Vida política

Las familias grandes que se dividen en grupos más chicos y viven de forma independiente en el verano son la base y el límite del sistema político de los pueblos de lengua karajá. La reunión anual en el periodo de las lluvias genera un aumento importante de la actividad política, pues es el momento de la formación y actualización de un complejo sistema de alianzas; algunas facciones se arman, otras se desarman, algunos líderes son alejados, otros consagrados etc. Esa intensa actividad política generalmente tiene como resultado la formación de nuevas aldeas por facciones que se encuentran en situación de desventaja.

A partir del siglo XX, la llegada de comitivas religiosas o gubernamentales en los pueblos de lengua karajá introdujo nuevos temas de negociación entre las familias extensas articuladas en facciones. A partir de entonces, el dominio de los puestos de la Funai, los empleos disponibles, la comunicación con los “blancos”, las oportunidades y ventajas ofrecidas al grupo se tornaron objetos de disputa política entre ellos.

La formación de la actual aldea Kurehe es una demostración de los resultados de esa política tradicional, según la cual las facciones en situación de desventaja no tienen otra opción que permanecer sujetas a otras facciones o buscar otro lugar para vivir.

Hoy en día, las principales facciones de los Karajá del Norte siguen relacionadas con los líderes de las familias extensas que se reunieron en la época de la formación de la aldea Xambioá. Esa relación de los individuos actuales con los grupos familiares “originarios” de Xambioá parece tener una gran importancia aún hoy en día, como lo muestra el hecho de que muchos apellidos actuales de los Karajá del Norte son los nombres de los antiguos líderes de las décadas de 1940 y 1950. Actualmente, los nombres “típicos” están formados por: nombre en portugués (1), seguido del nombre Karajá del Norte (2); apellido familiar (3), que es el nombre del individuo principal de la facción familiar; y apellido “étnico” (4), o sea, Karajá.

Teniendo en cuenta el aumento de la población y la permanencia del mecanismo cíclico de división de los grupos, es posible especular sobre la formación de nuevas aldeas en un futuro próximo. En ese mismo escenario, es posible prever también el aumento progresivo de los conflictos entre los Karajá del Norte y los propietarios vecinos, pues el aumento de la población y la formación de nuevas aldeas producirá una mayor presión sobre los recursos naturales de la Tierra Indígena, que ya son escasos.

Actividades económicas

Foto: André Toral,1982
Foto: André Toral,1982

Al igual que los otros grupos karajá, los Karajá del Norte se pueden definir como pescadores. La base alimenticia del grupo es la pesca y la recolección de aquello que el río y sus terrenos marginales les ofrecen. Debido al poco cultivo, las pequeñas producciones agrícolas de los Karajá del Norte se complementan con productos comprados fuera de la aldea. Aún así, lo que disponen para la subsistencia está lejos de ser satisfactorio.

El pescado es la principal fuente de proteína para los Karajá del Norte. La pesca se realiza  básicamente a lo largo del río Araguaia, en áreas apropiadas o en lagunas localizadas fuera de la Tierra Indígena, sobre todo en la margen del lado de la provincia del Pará, subiendo el río María. Estas excursiones muchas veces generan tensiones con los hacendados y propietarios de las tierras que recorren. En el verano, época en que las excursiones duran entre unos días a una semana como máximo, los Karajá del Norte suelen subir los afluentes del río Araguaia en busca de pescado y huevos de quelonios en las playas. En la época de las lluvias, son frecuentes las pescas realizadas por grupos de dos hombres, que salen por la mañana y retornan antes del caer de la noche. Además  del anzuelo, redes y arpones, también utilizan el arco y la flecha para pescar.

La caza al interior de la Tierra Indígena, actividad altamente compensadora en la década de 1980, ha disminuido en importancia hoy en día. Las especies de animales más buscadas son el caititu (suerte de jabalí más pequeño), ciervos, armadillos, monos y tortugas. Debido a la deforestación y a las quemas de áreas vecinas, los animales de caza se refugiaron en la selva de la Tierra Indígena, la única parte de esa región que ha mantenido parte de la cobertura vegetal original. Sin embargo, esta actividad sigue siendo  limitada debido a la dificultad para obtener dinero para la compra  de municiones y a la mala calidad de los cartuchos fabricados en la aldea y de las viejas armas que utilizan.

Foto: André Toral,1982
Foto: André Toral,1982

Desde la prohibición del comercio de pieles por la legislación federal, la caza de los Karajá del Norte se limita a la obtención de alimentos, aunque siguen cazando una única especie para vender: la arara azul y roja. Muchas veces, venden el “cuero” con las plumas de estos animales para los Karajá y los Javaé de la Isla del Bananal, quienes los utilizan en la fabricación de artefactos. Sin embargo, este tipo de comercio es esporádico debido a la distancia que los separa de los compradores.

La cosecha actualmente se limita a las frutas de la época: membrillo, bacaba, macaúba y anajá (estas tres, frutos de especies de palmeras) en diciembre; açaí (otro fruto de palmera) en agosto; y cajá (jobo) en febrero. Esas especies son recolectadas en zonas de la selva fuera de la Tierra Indígena. Además de estas especies nativas, un gran número de árboles de mango en las aldeas les ofrecen una cantidad importante de frutos en los meses de diciembre y enero.

Inserción en la economía regional

La falta de materiales al interior de la Tierra Indígena para la elaboración de artesanías utilitarias o para la venta llevó a los Karajá del Norte a involucrarse en un indeseado y costoso comercio de materias primas con la población regional. Para la elaboración de flechas, por ejemplo, necesitan comprar la tacuara pagando por un “haz” en Pau D'Arco. Muchas veces obtienen ese material por la “media”, que consiste en pagar a los proveedores con mitad de las flechas producidas. La tacuara también puede ser obtenida en las nacientes del río Matinha, fuera de la Tierra Indígena. El imbé, un tipo de liana usada para fijar la punta en el cuerpo de la flecha, los Karajá del Norte lo compran a los Tapirapé y los Javaé, o a personas de la región que la venden por metro en las nacientes del río María. El mulungu u ojo-de-cabra – semilla negra para la confección de collares, pulseras y aros – se puede comprar por bolsa  o conseguir en la margen del Araguaia del lado de la provincia del Pará. . La paja de buriti (tipo de palmera) – fundamental el la elaboración de esteras, canastas y techos de casas – se la compran a pequeños hacendados en Pau D'Arco y en Araguaína. El pati, usado en la fabricación de arcos, también se consigue en la margen paraense del Araguaia.

A pesar de las dificultades para conseguir el material para la producción de artesanías, los Karajá del Norte logran vender regularmente su producción a la población regional. Venden sobre todo objetos de uso práctico – como recipientes de barro cocido para el agua y remos de madera –, al contrario de otros grupos de lengua karajá que se especializaron en artesanías “turísticas”.

Si bien los Karajá del Norte conocen las técnicas para la elaboración de trabajos muy sofisticados con plumajes y disponen de materiales (plumas de pájaros) necesarios para hacerlo, rara vez producen piezas más elaboradas, pues, además de la ausencia de compradores, prefieren concentrarse en la producción de objetos de bajo valor, como collares y maracas.

La participación de ese grupo indígena en la economía regional no es muy relevante debido a que se encuentran distantes de los centros económicamente significativos y a la inexistencia de polos de desarrollo. Los empleos suelen estar relacionados con las secretarías provinciales de la salud y de la educación, a la Funai, a la jubilación del fundo rural (Funrural), a la venta de pescado y artesanía y a la venta de la fuerza de trabajo para las haciendas vecinas. Estas actividades permiten a los indígenas comprar productos industrializados (sal, tejidos, azúcar, harina, arroz, aceite, artefactos de hierro y para pesca, queroseno).

Los Karajá del Norte venden cantidades pequeñas de pescado para las minas y asentamientos en un radio de 30 km y también en Araguaína. Hoy en día, han discontinuado  el comercio del pirarucu salado, usual a mediados de la década de 1960, época en que la figura del regatão recorría aquel trecho del Araguaia.

De abril a junio, algunos Karajá del Norte trabajan en las haciendas de la región limpiando los campos de cultivo. A veces, algunos hombres trabajan como peones en las haciendas próximas durante un periodo limitado.

Nota sobre las fuentes

Existen pocos trabajos publicados sobre los Karajá del Norte. El grupo fue visitado por el etnógrafo alemán Paul Max Alexander Ehrenreich en 1888. El extenso material producido a partir de esa visita entre los Karajá del Norte y también los Karajá – publicado en Berlín en 1891 – está dividido en cultura material, mitología y danzas con máscaras. En el Brasil, fue publicado con el título  Contribuições para a Etnologia do Brasil, traducido por Egon Schaden y publicado por la revista del Museo Paulista (Nova Série, volúmen II, San Pablo, 1948).

La siguiente caracterización etnográfica del grupo aparece en 1992 en la tesis de maestría del antropólogo paulista André Toral sobre los pueblos de lengua karajá. La historia, la población y la organización social de los Karajá del Norte son abordadas a partir de investigaciones de campo realizadas en 1982 y de bibliografía específica. El trabajo se titula Cosmologia e Sociedade Karajá (Cosmología y Sociedad Karajá) y fue presentado al Programa de Posgrado en Antropología Social del Museo Nacional de la Universidad Federal del Río de Janeiro, 1992.

Fuentes de información

  • AZAMBUJA, Elizete Beatriz. O índio Karajá no imaginário do povo de Luciara-MT. Campinas : Unicamp, 2000. 144 p. (Dissertação de Mestrado)

 

  • BALDUS, Herbert. Mitologia Karajá e Tereno. In: --------. Ensaios de etnologia brasileira. 2a. ed. São Paulo : Ed. Nacional ; Brasília : INL, 1979. p. 108-59. (Brasiliana, 101)

 

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